Los inteligentes tienen más suerte

Hablar de suerte es hablar de magia, de superstición, de ungimiento. Es un término muy presente en nuestro vocabulario y, lo que es peor, en nuestros modelos de razonamiento cotidiano.

Podríamos definir la suerte como aquello que va desde el resultado merecido hasta el obtenido. Por ejemplo, si yo estudio para sacar un 6 en un examen y finalmente saco un 8, esos dos puntos habrán llegado porque la suerte estaba de mi lado.

El psicólogo británico Richard Wiseman ha dedicado una parte importante de su vida científica a investigar qué hace a unos más suertudos que a otros.

Wiseman, como buen científico, huye de los axiomas líquidos que justifican el golpe de suerte como una alineación caprichosa de un sistema planetario que conspiró para que tú fueras afortunado. Por el contrario, este psicólogo concluye que no hay que salir del planeta azul, que todo es más sencillo pues la suerte está compuesta de dos elementos muy humanos: pensamiento y comportamiento. Sí, dime cómo reflexionas y qué haces y te diré tu potencial de suerte.

La gente con suerte está más abierta a nuevas experiencias y a conocer a otras personas. Más concretamente, la gente afortunada cuenta con estos cuatro elementos distintivos:

1. Identifican buenas oportunidades. Es decir, llevan los ojos bien abiertos y saben aprovechar situaciones en su propio beneficio.

2. Hacen caso a su intuición. Sin duda, la persona que se considera afortunada lleva a sus espaldas una historia de éxitos que le han conformado una sólida confianza en sí misma. Dan por bueno su criterio y lo aplican con bastante seguridad.

3. Aplican el principio de Pigmalión, de la “profecía autocumplida”. Se crean expectativas que hacen que ocurran.

4. Ante la adversidad, que a veces también la padecen, son resilientes. Analizan qué ha podido fallar y sacan un aprendizaje que transforma la desdicha en una oportunidad de fortuna.

Aunque usted sea un tipo con suerte no estará más cerca que los demás de que le toque la lotería, y su organismo será igual de susceptible a ponerse enfermo que cualquier otro; pero sí es posible que sepa elegir mejor sus estudios, su pareja y su modo de vida, y todo ello en conjunto le haga sentir la persona más afortunada del mundo.

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