En la antigua Roma la noche se dividía en siete secciones:
– crepusculum
– concubia nox
– nox
– nox media
– intempesta nox
– silentium noctis
– crepusculum matutinum.
La penúltima sección era la más sagrada porque coincidía con las horas del silencio perfecto: el silencio augural, el punto en el que los sacerdotes interpretaban con más nitidez las señales que emitía la divinidad.
Llevarse los problemas a la cama resulta controvertido, porque habrá quien te diga que solo interferirá con el sueño, y quien te anime para acceder a tu propio oráculo.
Lo cierto es que cuando te metes en la cama, el cerebro revisa los eventos del día y repara en lo que queda pendiente, aquello que produce un zumbido emocional que te inquieta. En ese caso, el cerebro parece decirte: «Creo que puedo ayudarte».
Dos elementos hacen que esto suceda: (1) La corteza prefrontal, que se encarga del pensamiento racional y el control de los impulsos, se apaga y, (2) los neurotansmisores norepinefrina y serotonina se desactivan.
Se sabe poco sobre lo que sucede cuando se corta la serotonina, pero se sugiere que con ambos neuroquímicos a raya, los fragmentos de ideas pueden unirse y crear nuevas asociaciones.
El resultado es que te despiertas al día siguiente pensando repentinamente: «No debo aceptar esa oferta de trabajo» o «sí, debo aceptarla».
Puede parecer una decisión intuitiva que no necesariamente puedes explicar. Puede que tampoco sea la solución definitiva, pero algo ha cambiado: no estás en el mismo lugar que cuando te fuiste a dormir.