SER TÍMIDO NO ES UNA BUENA NOTICIA

Mucho se viene hablando en las redes de la carta que acompaña esta publicación: una niña que quieres estar en la segunda fila.
 
La historia me resulta un tanto confusa, pues la madre que la escribe mezcla ambición con habilidad social, dos rasgos diferentes, que es cierto que suelen ir de la mano y que se retroalimentan, pero que también pueden ser aislados.
 
La ambición de aspirar a ser primer violín, por ejemplo, es un rasgo que se sustenta en la motivación, en la fuerza que se imprime por alcanzar una meta desafiante y depende de muchos factores (experiencias, modelos, entorno) que se manifieste o no.
 
Afortunadamente, no todo el mundo cuenta con esa pulsión que le lleve a lo más alto. La mayoría de la gente acepta de buen grado ser actor o actriz de reparto, dejando el protagonismo a otros en los que se reconoce mejor preparación.
 
Mucho daño ha hecho en este sentido el concepto asimilado de la cultura estadounidense de «triunfar en la vida», el «sueño americano». Algo que todos sabemos pronunciar, pero nadie definir.

Aproximadamente un 15% de los niños nacen con predisposición a la introversión extrema, pero solo un 7% llega a desarrollarla de adulto.


 
Pero otra cosa es la timidez, la angustia, como dice la madre, de levantar la mano o hablar en público. Ese es un rasgo limitante y que debe ser vencido en la niñez, pues los tímidos sufren en el colegio, en el trabajo y a la hora de encontrar pareja, y toda manifestación de dolor debe de ser combatida con las armas terapéuticas disponibles.
 
Aproximadamente un 15% de los niños nacen con predisposición a la introversión extrema, pero solo un 7% llega a desarrollarla de adulto. Ese 8% que se queda en el camino consigue revertir su sino con la ayuda de padres, educadores y psicólogos.
 
Una persona tímida es una persona insegura, con poca autoconfianza y baja autoestima. No debe ser vista con indiferencia o resignación, pues su silencio le hace invisible, pero ellos y ellas sufren, viven con enorme ansiedad, y acaban siendo penalizados por una sociedad que se alimenta de las relaciones interpersonales.
 
Tener poca ambición es lícito, es una decisión personal respetable; ser tímido es una putada.
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