Pon un amargado en tu vida o Schopenhauer

Incluir en un relato de ficción a un personaje malencarado, hostil y asocial como Mr. Scrooge,  aporta importantes beneficios al autor, porque, entre otras cosas, permite generar un contraste que encumbra al héroe con sus virtudes y, si surge, hacer de su evolución hacia la gentileza un hilo argumental.

Supongo que estará de acuerdo en que estos compañeros de viaje tan incómodos como amargados no son exclusivos de la literatura, sino que todos seríamos capaces de identificar a algún exponente en nuestro entorno vital.


Solo el alimento intelectual que nos proveen compensa tanta desazón si nos mantenemos cerca.


Déjenme que les hable de Arthur Schopenhauer, pero no desde su obra, sino desde su carácter. Este brillante filósofo alemán del siglo XIX fue un referente de individuo agreste, antipático y resentido con todo y todos. Pero ¿qué le hacía ser así? Veamos:

  • Siendo muy joven, su padre, muy admirado por él, se suicidó y culpó a su madre de este hecho (“Mi señora madre daba fiestas mientras él se consumía en soledad, ella se divertía mientras él padecía amargas torturas.”).
  • Ese suceso le forjó una actitud misógina que le llevó a afirmaciones como “Solo respetan el matrimonio en tanto institución que les asegura el sustento”.
  • Era muy competitivo, en especial con Goethe, mucho más reconocido que él en su época, lo que le provocaba frustración e ira.
  • Su desprecio hacia lo que consideraba inferior no afectaba solo a las mujeres, sino a cualquier persona intelectualmente menos afortunada.
  • Tenía un ego tan desmedido que hoy sería clínicamente diagnosticado de personalidad narcisista.

Schopenhauer es ese tipo de persona displicente a la que abandonamos poco a poco porque crea entornos tóxicos, porque el tiempo con ellas es desagradable, porque no suman, restan. Solo el alimento intelectual que nos proveen compensa tanta desazón si nos mantenemos cerca, conscientes de que escucharles maldecir y aguantarles despotricar es la factura que pagaremos.

El 13 de diciembre de 1807, su madre se dirigió a él por carta y le dijo: “Durante los días que tengan lugar mis reuniones puedes quedarte a cenar conmigo, con tal de que te abstengas de tus penosas disputas que se me hacen molestas, así como todas tus quejas sobre este estúpido mundo y la miseria humana, porque todo ello me hace pasar mala noche o tener malos sueños, y a mí me gusta dormir bien”.

Cabe destacar, que como el personaje de Dickens, Schopenhauer sufrió una transformación hacia lo afable al final de sus días que él justificaba por la llegada tan esperaba de la fama y la fortuna.

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